Ya sabemos que en algunos órganos que llegan a ser insuficientes en su función, el  último recurso terapéutico, cada vez más frecuente, es el trasplante del órgano.

No voy a entrar en los logros de la Cirugía o de los tratamientos inmunosupresores, aunque la verdad es que el porcentaje de éxito cada vez es más elevado. Mejor hurgaré en aspectos que quedan más en la sombra, pero que son igualmente importantes para la vida -para la calidad de vida- del sujeto. Es un tema arduo pero muy bonito.

En muchas ocasiones, el paciente a someterse a trasplante llega en condiciones no muy boyantes, y en lo que a mí más me interesa, que es el aspecto nutricional, con un descuido importante. Generalmente ha habido ganancia de peso, ya que las condiciones de vida previas al trasplante, y que a veces se alargan en el tiempo, limitan el ejercicio físico, con lo el paciente tiende a comer más por estar más en casa, con lo que gana peso. Habitualmente, y según patologías no es infrecuente observar anemias asociadas a enfermedades crónicas y otras carencias de nutrientes. Bueno, pues en muchas ocasiones debe hacer el esfuerzo de bajar peso, y ya aprovechamos para equilibrar sus carencias.

Una vez realizado el trasplante llega la tempestad. Se une a la alegría por la vida recobrada, con ganas de comérsela y bebérsela, una serie de hechos relacionados con la medicación que empujan literalmente al trasplantado a una ganancia de peso que lo colocan en otra situación de riesgo. El tratamiento con corticoides e inmunosupresores -obligados para evitar el rechazo al órgano trasplantado- produce diabetes transitoria, que normalmente precisa insulina, hipertensión arterial, con lo que hay que tratar con diuréticos la retención y el edema, y habitualmente se asocia un fármaco reductor de grasas en la sangre. El incremento en la pérdida de calcio en los huesos producida por la cortisona obliga a dar calcio por vía oral y un fosfonato, fármaco que limita esa pérdida de calcio. Hay que proteger el estómago con el consabido omeprazol para evitar erosiones y úlceras.

Dada la reducción de defensas que se busca para evitar el rechazo estás en manos del destino si una bacteria se cruza en tu camino, por lo que el antibiótico de cabecera no falta nunca en casa. Y además, necesita tomar algún tranquilizante, pues no es  fácil al principio saber que llevas piezas del puzzle que no son tuyas.

Estos son los ingredientes con los que se cuece el trasplantado. Normalmente hay una ganancia de 10 a 15 Kgrs en un año tras el trasplante. Desconozco los porcentajes exactos de pacientes con ganancia de peso post trasplante, pero  en mi experiencia, los pacientes que yo he tratado (trasplante cardíaco, renal, pulmonar) recuperaron peso siempre después del trasplante. Buscando la experiencia de cirujanos y oncólogos, es casi un tópico hablar de la ganancia de peso tras el trasplante.

Evidentemente es preciso reducir ese peso. Primero por salud y por alcanzar el nivel de calidad de vida que buscaban antes de trasplantar el órgano. En segundo lugar, las variaciones de peso complican muchísimo la dosificación de fármacos, cuyas dosis generalmente se calculan en base al peso del sujeto. El esfuerzo a realizar para reducir ese peso extra es muy considerable, y siempre es mucho mejor mantenerlo, si es necesario planificando con el Médico Nutricionista visitas espaciadas de forma que el sujeto tenga una segunda conciencia ante la que sincerarse.